Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa.
El que fuese aficionado al baile era verdaderamente una ventaja a la hora de enamorarse.
Antes de casarse, está bien que una chica tenga algún fracaso; así se tiene algo en qué pensar, y le da cierta distinción entre sus amistades.
Haz cualquier cosa, menos casarte sin amor.
Hay muy pocos que tengan tanto corazón como para enamorarse sin haber sido estimulados.
Usted me enseñó lo insuficientes que eran mis pretensiones para halagar a una mujer que merece todos los halagos.

Adéntrate en las frases de Orgullo y prejuicio, la obra maestra de Jane Austen que ha conquistado generaciones. Esta novela, ambientada en la campiña inglesa, narra las tensiones y encantos del romance entre Elizabeth Bennet y el Sr. Darcy. Entre ingeniosos diálogos y profundas reflexiones, Austen aborda temas como el orgullo, los prejuicios y el poder del amor. Una lectura imprescindible para los amantes de los clásicos románticos.
Siguieron paseando sin preocuparse de la dirección que llevaban. Tenían demasiado que pensar, que sentir y que decir para fijarse en nada más.
Creo que estás en uno muy grande [peligro], porque él te ama como siempre.
¿Puede haber síntomas más claros? ¿No es la descortesía con todos los demás, la esencia misma del amor?
La felicidad en el matrimonio es solo cuestión de suerte.
Te hará más feliz que las otras cuatro sigamos solteras.
He luchado en vano. Ya no puedo más. Soy incapaz de contener mis sentimientos. Permítame que le diga que la admiro y la amo apasionadamente.
Si una mujer está interesada por un hombre y no trata de ocultarlo, él tendrá que acabar por descubrirlo.
En nueve de cada diez casos, una mujer debe mostrar más cariño del que siente.

En Orgullo y prejuicio, Elizabeth Bennet, una joven de carácter fuerte y opiniones firmes, se enfrenta al altivo y reservado Sr. Darcy en una historia llena de malentendidos, giros y evolución personal. Entre bailes, propuestas de matrimonio y conflictos familiares, Jane Austen teje una narrativa que reflexiona sobre las clases sociales, la reputación y el verdadero amor. Un clásico atemporal de la literatura romántica.
Le era difícil suponer que fuese objeto de admiración ante un hombre de tal categoría.
La imaginación de una dama va muy rápido y salta de la admiración al amor y del amor al matrimonio en un momento.
Esta suposición no la apenaba. Le gustaba tan poco, que la opinión que tuviese sobre ella no le preocupaba.
Soy indudablemente la criatura más afortunada de la tierra.
Fingir candor es algo bastante corriente, se ve en todas partes. Pero ser cándido sin ostentación ni premeditación, quedarse con lo bueno de cada uno, mejorarlo aún y no decir nada de lo malo, eso solo lo haces tú.
Era graciosa y muy alegre, y tenía cierta disposición a hacer divertidas las cosas ridículas.
Nunca sería tan dichosa como tú. Mientras no tenga tu carácter, jamás podré disfrutar de tanta felicidad.
Las insensateces, las tonterías, los caprichos y las inconsecuencias son las cosas que verdaderamente me divierten, lo confieso, y me río de ellas siempre que puedo.
Ha de aprender mi filosofía. Del pasado no tiene usted que recordar más que lo placentero.

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Por una persona en concreto no debes trastocar el significado de principio y de integridad, ni intentar convencerte a ti misma o a mí de que el egoísmo es prudencia o de que la insensibilidad ante el peligro es un seguro de felicidad.
Hay una especie de terquedad en mí, que nunca me permite que me intimide nadie. Por el contrario, mi valor crece cuando alguien intenta intimidarme.
¿Cree usted que habría algo que pudiese tentarme a aceptar al hombre que ha sido el culpable de arruinar, tal vez para siempre, la felicidad de una hermana muy querida?
Elizabeth no se había visto nunca en la situación de fingir que sus sentimientos eran lo que no eran en realidad. Pero ahora tuvo que reír cuando más bien habría querido llorar.
Te fastidiaban las mujeres que hablaban solo para atraerte. Yo te irrité y te interesé porque no me parecía a ellas.
Los que no cambian nunca de opinión deben cerciorarse bien antes de juzgar.
Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano y en lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia.

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