Estuve callada, pero no ciega.
Una muchacha tan desenvuelta es natural que asuste a los hombres.
No me gusta que la gente se precipite a un fracaso.

Descubre las frases más memorables de El parque de Mansfield, una de las novelas más profundas de Jane Austen. A través de la historia de Fanny Price, una joven que crece entre sus ricos parientes en la finca de Mansfield Park, la autora nos invita a reflexionar sobre las diferencias de clase, los desafíos del deber frente al deseo y las complejidades del corazón humano. Con su inigualable estilo, Austen nos regala una obra que combina romance, intriga y crítica social en un relato atemporal.
El egoísmo tiene que perdonarse siempre, porque es un mal que no tiene remedio.
Es el deber de cada cual, hacer cuanto se pueda en pro de uno mismo.
En el mundo no existen ciertamente tantos hombres de gran fortuna como lindas mujeres que los merezcan.
Para la gente joven, nunca son alegres las veladas cuando las personas respetables están en casa.
Le ha conferido usted al nombre una tal realidad de dulzura, que nada podría describirla a usted con tanta fidelidad.
Somos, indudablemente, un milagro en todos los aspectos; pero nuestra facultad de recordar y de olvidar me parece algo particularmente insondable.
Los buenos sentimientos de él y los malos de ella se rendían al amor, y este amor tendría que unirlos.
No puedo fijar la mirada en el más simple producto de la naturaleza sin hallar motivo para una desbordada fantasía.

El parque de Mansfield sigue la historia de Fanny Price, una joven humilde que es enviada a vivir con sus tíos adinerados. En un entorno de privilegios y apariencias, Fanny deberá mantenerse fiel a sus principios mientras enfrenta los desafíos del amor, las intrigas y las decisiones difíciles. Esta obra es una joya de la literatura clásica que pone de manifiesto los valores, conflictos y emociones humanas con el ingenio característico de Jane Austen.
Nada me divierte tanto como la facilidad con que los hombres sitúan en la abundancia a los que tienen mucho menos que ellos.
Aquel que mejor comprenda y honre sus virtudes, que la ame con más devoción, será quien más derecho tendrá a ser correspondido.
No me ponga nerviosa con su reloj. Los relojes siempre se atrasan o se adelantan. Yo no puedo someterme a las arbitrariedades de un reloj.
La mano que con tanta fuerza había aprisionado la suya contra su corazón…¡la mano y el corazón aparecían ahora igualmente inertes e impasibles!

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Que nadie presuma de saber traducir los sentimientos de una mujer joven al obtener la seguridad de un amor para el que apenas se atreviera a guardar una esperanza.
No puedo considerar bien a un hombre que juega con los sentimientos de cualquier mujer; con ello se causan a menudo sufrimientos mayores de que lo pueda suponer un observador circunstancial.
Ella había amado, amaba todavía, y albergaba dentro de sí todo el sufrimiento que un temperamento apasionado y un espíritu altivo puedan conocer ante el desengaño de una preciada aunque absurda ilusión, unido a una fuerte sensación de injusticia. Su corazón destilaba ira y rencor, y sólo era capaz de rencorosos consuelos.

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