«Me tranquiliza saber que alguien me recordará en Macondo.»
-Gabriel García Márquez.
«Las cigarras habían instalado un aserradero en el patio.»
-Gabriel García Márquez.
«Frío, silencioso, dinámico, el candado elabora su herrumbre.»
-Gabriel García Márquez.
«Me desconcierta tanto pensar que dios existe, como que no existe.»
-Gabriel García Márquez.
«Se le va a pudrir encima ese saco de cuatro botones.»
-Gabriel García Márquez.

Sinopsis: En Macondo, un coronel retirado, su hija y su nieto luchan por cumplir la promesa de enterrar a un médico odiado por el pueblo, enfrentando la oposición de todos. La historia, inspirada en Antígona, combina los preparativos del entierro con recuerdos de 25 años de la vida en Macondo, narrados desde las reflexiones de los tres protagonistas.
«Te revolcarás en la cama como un cerdo en su muladar.»
-Gabriel García Márquez.
«Mientras se mueva algo, puede saberse que el tiempo ha transcurrido. Antes no.»
-Gabriel García Márquez.
«Con los jazmines sucede lo mismo que con las personas, que salen a vagar de noche después de muertas.»
-Gabriel García Márquez.
«Ahora no parece un hombre. Ahora parece un cadáver al que todavía, no se le han muerto los ojos.»
-Gabriel García Márquez.
«Era un personaje extraño en el pueblo, apático a pesar de sus evidentes esfuerzos por parecer sociable y cordial.»
-Gabriel García Márquez.
«Creo a Macondo capaz de todo después de lo que he visto en lo que va corrido de este siglo.»
-Gabriel García Márquez.
«»Tú y yo tenemos que hablar largo de eso». Y han transcurrido cinco años sin que haya vuelto a tocarme el punto.»
-Gabriel García Márquez.
«Su carácter brusco y sus maneras desordenadas crearon en torno a él una atmósfera más parecida al temor que al respeto.»
-Gabriel García Márquez.
«La voy a poner a pensar en mí a toda hora. Coloqué un retrato suyo detrás de la puerta y le clavé alfileres en los ojos.»
-Gabriel García Márquez.
«Créame que no soy ateo… Lo que sucede es que me desconcierta tanto pensar que Dios existe, como pensar que no existe. Entonces prefiero no pensar en eso.»
-Gabriel García Márquez.
«Viéndola, yo me acordaba de otros tiempos. Le dije: «Estás guapísima, mujer». Y entonces ella se puso triste. Dijo: «Debe ser que los recuerdos hacen engordar».»
-Gabriel García Márquez.
«Vivía entre la gente de Macondo, pero distanciado de ella por el recuerdo de un pasado contra el cual parecía inútil cualquier tentativa de rectificación.»
-Gabriel García Márquez.
«Sólo con tu padre y en una casa desordenada como ésta, en la que cada cual hace las cosas por su cuenta, podía suceder una cosa así.»
-Gabriel García Márquez.
«Tenía la impresión de que si lo hubiéramos rozado con la uña el cuerpo se habría desquebrajado, convertido en un montón de aserrín humano.»
-Gabriel García Márquez.
«Ahora empiezo a creer que de nada valdrá mi compromiso contra la ferocidad de un pueblo, y que estoy acorralado, cercado por los odios y la impenitencia de una cuadrilla de resentidos.»
-Gabriel García Márquez.
«Siento como si, en esta manera, esta determinación nuestra hiciera nacer en el corazón de la gente, no el melancólico sentimiento de una frustración, sino el de un aplazamiento.»
-Gabriel García Márquez.
«No pude calcular lo mucho de ridículo y vergonzoso que hay en esto de enterrar a un hombre a quien toda la gente había esperado ver convertido en polvo dentro de su madriguera.»
-Gabriel García Márquez.
«Antes me había sentido vinculado a él por sentimientos complejos, en ocasiones contradictorios y tan variables como su personalidad. Pero en aquel instante no tuve la menor duda de que había empezado a quererlo entrañablemente.»
-Gabriel García Márquez.
«En su fondo, todo el mundo debía saber que una mujer laboriosa que de la noche a la mañana pasa a ser concubina de un médico rural, termina, tarde o temprano, atendiendo un botiquín.»
-Gabriel García Márquez.
«Se le miraba curiosidad, como a un sombrío animal que había permanecido durante mucho tiempo en la sombra y reaparecía observando una conducta que el pueblo no podía considerar sino como superpuesta y por lo mismo sospechosa.»
-Gabriel García Márquez.
«¿No le produce temor una noche como ésta? ¿No tiene usted la sensación de que hay un hombre más grande que todos caminando por las plantaciones, mientras nada se mueve y todas las cosas parecen perplejas ante el paso del hombre?»
-Gabriel García Márquez.
«Me acordé de Macondo, de la locura de su gente que quemaba billetes en las fiestas; de la hojarasca sin dirección que lo menospreciaba todo, que se revolcaba en su ciénaga de instintos y encontraba en la disipación el sabor apetecido.»
-Gabriel García Márquez.
«Entonces veo otra vez la calle, el polvo luminoso, blanco y abrasador, que cubre las casas y que le ha dado al pueblo un lamentable aspecto de mueble arruinado. Es como si Dios hubiera declarado innecesario a Macondo y lo hubiera echado al rincón donde están los pueblos que han dejado de prestar servicio a la creación.»
-Gabriel García Márquez.
«(…) Sin remordimiento y hasta con la satisfacción anticipada de sentir algún día el gozoso olor de su descomposición, flotando en el pueblo, sin que nadie se sintiera conmovido, alarmado o escandalizado, sino satisfecho de ver llegada la hora apetecida, deseando que la situación se prolongara hasta cuando el torcido olor del muerto saciara hasta los más recónditos resentimientos.»
-Gabriel García Márquez.
«Era evidente que aquella noche (…) tenía deseos de recordar. Y mientras lo hacía, se tenía la impresión de que durante los años anteriores se había mantenido parada en una sola edad estática y sin tiempo y que aquella noche, al recordar, ponía otra vez en movimiento su tiempo personal y empezaba a padecer su largamente postergado proceso de envejecimiento.»
-Gabriel García Márquez.
«Mientras oye el tren que se pierde en la última vuelta, la señora Rebeca inclina la cabeza hacia el ventilador, atormentada por la temperatura y el resentimiento, con las aspas de su corazón girando como las paletas del ventilador (pero en sentido inverso) y murmura: «El diablo tiene la mano en todo esto», y se estremece, atada a la vida por las minúsculas raíces de lo cotidiano.»
-Gabriel García Márquez.
«Hay un minuto en que se agota la siesta. Hasta la secreta, recóndita, minúscula actividad de los insectos cesa en ese instante preciso; el curso de la naturaleza se detiene; la creación tambalea al borde del caos y las mujeres se incorporan, babeando, con la flor de la almohada bordada en la mejilla, sofocadas por la temperatura y el rencor; y piensan: «Todavía es miércoles en Macondo».»
-Gabriel García Márquez.
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